Cuando terminé de hablar, lo miré fijamente.
Sin embargo, Carlos miró a otro lado y fingió cierta sorpresa:
—Aurorita, ¿de qué hablas? ¿Por qué Camila mataría a la madre de Mateo? Después de todo, ella era como una mamá para Camila, siempre se llevaron muy bien. Por más que fuera, Camila nunca le habría hecho daño.
Por instinto, apreté la grabadora oculta en mi bolsillo, mirándolo con seriedad.
Al parecer, mi repentina decisión de mudarme aquí ya había despertado las sospechas de Camila.
Mírenlo, hasta Carlos hablaba ahora con cautela.
Con sentimientos encontrados, él me miró y extendió la mano:
—Vamos, Aurorita, entremos.
Aparté su mano con asco y entré en la casa.
Mi padre ya me había servido la comida, y casi con un aire de súplica me tomó de la mano para sentarme a su lado.
Enfrente estaban Carlos y Camila.
Carlos, también en un intento de complacerme, me sirvió algo de comida y sonrió:
—Aurorita, ya que viniste esta vez, quédate aquí unos días más. Hace mucho que no nos reunimos c