—Aguantas bien el trago, mucho mejor que esos strippers. Dale, tómate otra copa.
Dije eso y le acerqué la tercera copa a la boca.
Por suerte se la tomó sin problema, aunque sus ojos tenían un brillo intenso.
Me toqué las mejillas, que ardían, y de una levanté la cuarta copa.
De la nada, Mateo dijo, sonriendo:
—¿Quieres matarme?
—¿Quién se toma cuatro copas seguidas sin descansar? Si quieres que me muera, dilo de una.
Me quedé impactada.
La verdad, me había pasado de lanza.
Apreté los labios, puse la copa en la mesa y sonreí, nerviosa:
—Dale, descansa un poco.
Mateo suspiró y apartó la mirada, prendiendo otro cigarro sin decir nada.
Lo miré de reojo y vi que parecía un poco mareado, como si el alcohol ya le pegara.
No sabía cuándo el trago lo iba a tumbar del todo.
Además, una vez borracho, tenía que pensar cómo llevarlo a una habitación.
¡Obvio! Podía pedirle ayuda a Valerie y que ella convenciera a Alan para moverlo.
Saqué el celular y le escribí varios mensajes a Valerie, explicándol