Cuando Alan regresó del baño, Valerie y yo ya estábamos de vuelta en la mesa 08.
Ya que Mateo había descubierto la existencia de los niños, en este momento tampoco tenía necesidad de seguir ocultando nada frente a Alan.
Cuando me vio, Alan se sorprendió, y enseguida me saludó, con una sonrisa pícara:
—¡Vaya, Aurora, también estás aquí!
Le respondí con una sonrisa.
Alan, que ya de por sí tenía pinta de casanova, al sonreír se veía todavía más seductor.
Guapo sí que era, y exactamente el tipo que le gustaba a Valerie.
Si no hubiera habido un pasado difícil entre ellos, tal vez esta cita habría tenido posibilidades de funcionar.
Lástima que no se caían bien.
Después de sentarse, Alan llamó al camarero y pidió especialmente comida para Embi y Luki, mientras los miraba, con una sonrisa que parecía imborrable.
Los dos pequeños se quedaron desconcertados al ver que los observaba tanto.
—Señor, ¿por qué nos mira tanto? —preguntó Luki.
—Porque me caen bien.
Esa mirada tierna y cariñosa era como