Claro que yo no iba a permitirlo. En el fondo, yo sí deseaba que ella encontrara a un buen hombre; pero ella ni siquiera había visto aún al tipo y ya planeaba espantarlo. Eso era simplemente no querer intentarlo.
Cuando vio que no estaba de acuerdo, al final cambió de discurso:
—Tampoco es que quiera espantarlo por completo. Primero llevaré a los dos niños a conocerlo. Si él me parece un buen candidato, diré que son mi ahijado y mi ahijada. Pero si no me convence, diré que son mis hijos. Ya sabes, las citas con un extraño son lo más incómodo; aunque no me guste, me resulta difícil rechazarlo de frente. Pero si digo que soy madre de dos niños, él mismo perderá el interés, y así me ahorro la vergüenza. ¿No crees?
Aunque lo explicaba así, a mí seguía sin parecerme correcto.
Pero como me lo pidió tantas veces, al final acepté.
También me pidió que la acompañara, aunque escondida en una esquina para observar.
Le pregunté por qué debía esconderme.
Ella me contestó:
—Eres tonta, ¿no ves que t