Jonh suspiró y no dijo nada más.
Zuheral estaba cubierta de nieve, excepto en las vías, por suerte, así que el auto no iba tan lento.
En menos de una hora, el auto llegó al aeropuerto.
Cuando bajamos, el viento helado nos pegó.
Valerie empezó a tiritar:
—¡Brrr! Zuheral es bonito, pero hace mucho frío aquí.
Le quité la bufanda, se la puse en el cuello y respondí con sarcasmo:
—Te dije que no te quejaras del abrigo grande, ¿ahora sí sientes el frío, verdad?
—¡Brrr! Vamos, entremos rápido.
Faltaban dos horas para el despegue y Valerie fue a comprarse una taza de chocolate caliente.
Poco después, volvió corriendo con dos tazas de chocolate y, con cara de sorpresa, me dijo:
—¿Sabes a quién me encontré?
La hice sentarse, tomé la taza que me dio, y pregunté, sonriendo:
—Corriste tan rápido, ¿a quién te encontraste?
—A... a Alan.
Me sorprendí un momento y cuando escuché el nombre de Alan, pensé en Mateo.
Valerie puso la popote en su taza, sorbió dos veces y siguió:
—Al inicio no lo vi, fue él