En ese momento, un sirviente habló desde afuera de la casa.
Valerie se sorprendió y dijo en voz baja:
—¿Javier está afuera escuchando en secreto?
No respondí.
Al poco rato sonaron unos golpes fuertes en la puerta.
Valerie alzó la voz y dijo:
—Pasa.
Cuando la puerta se abrió, Javier entró caminando rápido, con una bandeja en la mano.
Se acercó directo a mí con cuidado, dejó unos tacos en la mesa, y dijo en voz baja:
—Los acabo de comprar. Me dijeron que despierta el apetito y que a muchas embarazadas les gusta.
El olor ácido y picante me llegó y sí me despertó un poco el hambre.
Pero en ese momento yo solo quería alejarme de él y no aceptar la comida.
Empujé el plato de tacos hacia él y dije con indiferencia:
—No hace falta, ya comí. En serio, no sigas con esto.
Las manos de Javier se apretaron un poco.
Él suspiró y dijo, triste
—Puedes odiarme o guardarme rencor, lo que sea, pero no pongas en riesgo tu salud. Tus bebés ya están grandes y comer tan poco no es bueno.
Valerie dijo, con c