¡Jajajaja!
Me reí de la ironía.
Qué razón tan estúpida.
¿Solo porque Mateo me ama, yo tengo que ser acusada de algo que no hice, ser víctima de sus mentiras y cargar con la culpa para proteger a su novia?
¿Con qué derecho?
Le dije con tono seco:
—¡Sal de aquí! —y señalé la puerta.
Mi hermano me miró, con carita de perrito regañado y me dijo:
—Aurorita, no seas así. Cuando Mateo se calme, todo podrá volver a ser como antes. Para entonces nosotros...
—Eso no va a pasar.
Lo miré y me burlé, con un tono seco:
—De ahora en adelante, yo no tengo papá y tú ya no eres mi hermano. ¿Tú crees que vamos a volver a lo de antes?
—Aurorita —dijo mi hermano —¿qué tengo que hacer para que me perdones?
Respondí con sarcasmo:
—¿Perdonarte?
Sonreí con sarcasmo y añadí:
—Claro que sí.
Su mirada se iluminó y, emocionado, me tomó de la mano y me dijo:
—Aurorita, sabía que no podías enojarte conmigo para siempre.
—¡Ja!
Me zafé y dije:
—Solo tienes que ir y decirle a Mateo la verdad, desenmascaras a Camila,