La puerta se abrió.
El primero en entrar fue Asher:
—Señor Bernard, traje a todos, menos al doctor Bruno de la clínica Sanitos, que sigue operando a la mamá de Aurora.
Todo el día y la cirugía de mi mamá todavía no terminaba.
Mateo no me miró, solo asintió.
Enseguida entraron todos los que esperaban afuera.
Estaban mi papá, mi hermano, Mayi la novia de mi hermano, y hasta los dos choferes que habían transportado el riñón.
—Aurorita… —dijo mi hermano mientras corría hacia mí y me agarraba la mano — ¿Estás bien? ¿Por qué tienes los ojos tan rojos? ¿Mateo te hizo algo?
Me revisaba de arriba abajo, preocupado, como si pensara que Mateo me había golpeado.
Hasta ese momento estaba llena de miedo, pero al verlo me sentí un poco más tranquila.
Con la voz ronca, le dije:
—Hermano, nosotros no sabíamos que ese riñón era de su mamá, ¿cierto?
Él me dio unas palmaditas en la espalda para calmarme, pero no dijo nada.
Luego miré a mi papá.
Él, tan ridículo, se hacia el inocente y evitaba mi mirada.