—Pues se puede decir que tú fuiste la que la mataste.
Me quedé paralizada. Sentí un frío que me subió desde los pies hasta la cabeza.
Giré la cabeza despacio, como si me costara moverme, miré a mi hermano y, después de un silencio que se me hizo eterno, logré decir:
—¿Cómo así? ¿Cómo es que la mamá de Mateo se murió por mi culpa? Yo he estado aquí con mi mamá todo el tiempo, no hice nada.
Aunque lo dije, en mi cabeza apareció, sin querer, el recuerdo de cuando fui a buscar el riñón esa mañana.
Me di cuenta de algo muy horrible.
Sentí que perdía el equilibrio y casi me caigo.
Mi hermano me agarró rápido.
Cerré los ojos, suspiré y luego lo miré:
—¿Qué pasó? ¡Dime!
Él tomó aire y me explicó:
—En realidad, el riñón que van a ponerle a mamá era para la mamá de Mateo. Solo que Bruno y Mayi no lo sabían, ellos solo vieron que era compatible con mamá y lo tomaron para ella. Esta mañana, el carro que lo llevaba iba al hospital donde estaba la mamá de Mateo, pero se quedó varado en el camino. El