Bruno sonrió.
—No es nada importante. Ella es Aurora, la hermana de Carlos.
—¿Ah, tú eres Aurorita? —dijo la enfermera con un tono algo nerviosa y emocionada.
—Carlos siempre me habla de ti. He querido conocerte a ti y a tu mamá desde hace tiempos, pero entre el trabajo, lo del puesto y lo del riñón para tu mamá, no he podido ir a visitarlas. Perdón por haberte dejado plantada varias veces, de verdad lo siento mucho; siempre quise disculparme contigo.
Hablaba con tanta sinceridad que no parecía estar fingiendo.
No pude evitar pensar que tal vez había exagerado un poco.
¿Será que la novia de mi hermano no tiene nada raro y que en realidad solo ha estado demasiado ocupada?
—Aurorita, no estás enojada conmigo, ¿verdad? —preguntó, como si no quisiera ofenderme.
Le sonreí y respondí:
—No. Mi hermano ya me explicó por qué me dejaste plantada, y Bruno me dijo que ahora hay más pacientes de lo normal en el hospital, así que no es tu culpa.
Ella respiró, aliviada.
—Me alegra que no estés brava