Capítulo 627
Este año ha nevado muchísimo en Ruitalia.

Afuera, el viento helado rugía y los copos caían en remolinos, haciendo que el calor de la casa se sintiera mucho más reconfortante.

De pronto, se me vinieron a la mente esos inviernos de mi infancia, jugando en el patio con mi hermano y mi mamá.

Mi papá se sentaba bajo el techo, leyendo el periódico y viéndonos correr y reír, con una sonrisa de oreja a oreja.

Qué bonitos eran esos días… llenos de alegría y sin preocupaciones.

Pero ahora…

Pensar en la enfermedad de mi mamá me dolía, como si una piedra enorme no me dejara respirar.

—¿En qué piensas?

Sentí de inmediato unos brazos fuertes en mi cintura.

Luego, un pecho tibio se pegó a mi espalda.

Por el reflejo en la ventana, vi la cara tranquila y cariñosa de Mateo.

Se inclinó y me besó despacio el cuello:

—La sopa ya está lista. Vamos a comer.

Asentí y me giré para ir a la mesa.

Pero Mateo se puso serio de repente.

Me agarró del brazo y me miró fijo a los ojos:

—¿Por qué tienes los ojos rojos?
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