Carlos miró la pantalla de mi celular y dijo en voz baja:
—No contestes. Seguro acaba de consolar a esa mujer y ahora quiere consolarte a ti. Ese tipo solo busca tenerlas a las dos amarradas.
—No es cierto. Esa mujer por la que él dice preocuparse… en realidad solo es su hermana —respondí, susurrando.
Carlos dijo con un tono sarcástico:
—Por favor, ¿qué clase de hermana es si ni siquiera llevan la misma sangre? Yo también soy hombre. Ese tal Mateo quiere acaparar todo.
Agaché la cabeza, sin responder.
Mi mamá agarró del brazo a Carlos:
—Ya basta, no digas tonterías. Mateo no es igual que los demás hombres.
La cara de Carlos se puso seria:
—¿Cómo que “los demás hombres”? Mamá, ¡yo soy tu hijo! Soy mucho más fiel que Mateo. ¿Cómo puedes defenderlo a él en vez de a mí?
Mi mamá me miró un momento antes de decir:
—Piensa bien: ¿cómo se ha portado Mateo con nosotros?
Carlos no contestó.
Mi mamá siguió:
—No se ha portado mal, ¿o sí? Desde que empezó a irle bien, pagó todas nuestras deudas. No