Mi mamá… ella me dio la vida, me crio, y aun así, no puedo salvarla.
Cuando Mateo y yo regresamos a la habitación, Sayuri seguía inconsciente.
Camila estaba en el baño, hablando por teléfono.
No sabíamos con quién, pero hablaba en voz muy baja.
—Ah, qué noticia tan mala… —decía.
—No sé ni cómo animarte, pero por favor, cuídate mucho.
—No pasa nada, ahora la medicina está tan avanzada, seguro esa enfermedad tiene cura.
—Ajá, descansa bien. Cuando tenga tiempo, paso a verlos.
Camila salió del baño con una sonrisa triunfante.
Eso me hizo sospechar. ¿Con quién había hablado? ¿Alguien con quien se llevaba mal?
Por lo que se escuchaba, parecía que la otra persona había recibido un diagnóstico médico grave.
Y aun así, ella… parecía contenta.
Cuando nos vio entrar, Camila de inmediato puso otra cara.
Con una expresión de arrepentimiento, me dijo:
—Perdón, Aurora. Antes me alteré un poco y lo que dije no fue lo correcto. No lo tomes personal, solo estaba demasiado preocupada por Sayuri.
La miré