Aunque ya no sufría tanto de náuseas por el embarazo, seguía sin poder aguantar los olores fuertes.
No tuve tiempo de pensar, corrí al baño tapándome la boca.
Desde afuera se oía la voz falsa de Camila:
—¿Qué le pasa a Aurora? Hace un rato estaba bien, ¿y ahora de repente quiere vomitar? Sayuri, ¿no será que como te vio defenderme, quiso fingir que le diste náuseas para molestarte?
Estaba inclinada sobre el lavabo, vomitando sin parar, tratando de botar todo mi desayuno.
No tenía fuerzas para responder a las provocaciones de Camila.
Cuando terminé de vomitar, me enjuagué la boca y salí. Pensaba que Sayuri me vería con más rechazo.
Pero, para mi sorpresa, no tenía nada de disgusto en la cara. Al contrario, me miraba como tratando de entender qué pasaba.
No me importó si sospechaba algo. La miré, tranquila, y le dije:
—Perdón, es que de repente sentí un olor fuerte a ajo, y el estómago se me revolvió. No pude evitarlo. En serio, ni siquiera sé de dónde salió ese olor.
Camila se puso tens