En cuanto Sayuri la vio, la cara se le iluminó con una sonrisa y de inmediato le hizo señas para que se acercara.
La obediente Camila, con su cara inocente y pura, se acercó con una expresión de desconcierto.
—Sayuri, ¿este desayuno te lo trajo Aurora?
Sin esperar respuesta, añadió:
—Sé que Aurora lo hace con buena intención, levantarse tan temprano para traerte el desayuno... Pero la comida de la calle no es de confiar. Me preocupa que te caiga mal y te enfermes.
Sayuri me lanzó una mirada, como si no supiera qué decir.
Sonreí y le respondí a Camila:
—Si logré que pienses que este desayuno lo compré afuera, entonces me siento halagada. Eso significa que no cocino tan mal.
Camila respondió entre risas, con un tono sarcástico:
—¿En serio piensas que te voy a creer que tú hiciste este desayuno? Tú, una niña consentida que nunca ha agarrado una sartén en su vida... seguro.
Le mostré mis dedos quemados, tranquila.
—Aunque sea una consentida que nunca ha hecho cosas de la casa, yo hago el e