Camila lloraba mientras hablaba con una voz apagada y débil.
—Yo tampoco sé bien qué pasó. Justo cuando fuiste a comprarme el café con leche, me encontré de casualidad con una amiga que conocí hace poco...
Al escuchar esto, miré por instinto la mano de Mateo.
En efecto, tenía una taza de café con leche.
Con una sonrisa sarcástica, miré a otro lado, pero enseguida sentí una mirada penetrante fijarse en mí.
No necesitaba alzar la mirada para saber que era la de Mateo.
Camila siguió hablando, con un tono tan victimista que parecía que yo hubiera sido la que le había hecho algo.
—Yo solo hablé un momento con mi amiga, y como tenía un asunto urgente, le dije que podía irse. Pero entonces Aurora vino corriendo a gritarme, diciendo que yo contraté a mi amiga para arruinar su familia. Yo de verdad no entiendo nada, ¡ni siquiera conozco a su familia...!
—¡Basta ya!
No soportaba ver cómo seguía fingiendo, así que la interrumpí, furiosa.
—Te lo repito: ¿te atreves a decirle a esa mujer que se enc