—¿Qué tal? ¿Mateo se creyó el informe médico de esta mañana? —me preguntó Javier.
—...Sí —asentí.
—Gracias.
Javier se sentó en la tumbona, y de inmediato uno de sus asistentes vino a retocarle el maquillaje y a ofrecerle agua.
Él se quedó viendo a la nada, sonriendo un poco:
—¿Y cómo reaccionó?
Me quedé callada unos segundos antes de responder:
—Nada fuera de lo común.
Javier me lanzó una mirada y volvió a sonreír. Pero esa sonrisa tenía algo raro, como si ocultara otra cosa.
Después de una pausa, dijo:
—Pensé que estaría hecho polvo, triste, o que hasta se pondría furioso.
Eso me sorprendió:
—¿Y por qué pensaste eso?
—Una corazonada —respondió, y luego le echó una mirada a mi vientre—. Pero, aunque ahorita es invierno y la ropa lo tapa, ¿crees que cuando empiece a notarse vas a poder seguir ocultándolo?
Bajé la mirada sin decir nada.
Yo también sabía que era cuestión de tiempo para que se notara. Por eso me urgía irme lo antes posible. Pero, tenía miedo de que si presionaba mucho a Ma