No gritó.
No me amenazó con palabras insultantes ni con esa voz cortante.
Solo me sonrió y dijo en un tono tranquilo:
—¿De verdad... no quieres tener un hijo conmigo?
—Yo… —Bajé la cabeza, sin saber qué decir.
Volvió a sonreír, como si se estuviera burlando de mí, o tal vez... de sí mismo.
—Nunca podré tener un hijo contigo, nunca. ¿Contenta?
Su voz sonaba tan triste y decepcionada, que me dolió en el alma.
—Parece que de verdad me odias con todo lo que tienes. Prefieres no ser mamá antes que tener algo conmigo. Aurora, tal vez tenías razón. Nunca debimos casarnos. Nunca debimos intentarlo. La culpa fue mía... por ser tan arrogante y quererlo todo. Pensé que así podría lograr lo que quería. Pero al final... yo mismo fui el que se engañó. Si pudiera volver al pasado... elegiría no haberte conocido nunca.
Cuando terminó, me lanzó una mirada llena de desesperanza.
Esa mirada dolía más que cualquier cosa que me hubiera dicho antes.
Abrí la boca, queriendo decir algo, pero él ya había abier