No dije nada.
Él tampoco me preguntó nada más, solo me acompañó hasta la salida.
De verdad Zuheral es una ciudad que no me gusta para nada. Creo que nunca más quiero volver acá.
Me apreté fuerte el abrigo de plumas y seguí a Alan hasta el auto.
Luego de guardar las maletas, él se puso al volante listo para arrancar.
—¿Y ellos? —pregunté sin querer.
—Mateo y Camila fueron directo al aeropuerto después de almorzar.
—Ah —respondí, mirando hacia afuera sin decir nada más.
Media hora después llegamos al aeropuerto.
Al entrar, todavía no estaban ni Mateo ni Camila.
Alan me dijo:
—Falta una hora para abordar, puedes ir a buscar dónde sentarte.
Miré alrededor y justo cuando iba a sentarme en uno de los bancos…
—Jajajaja…
Una carcajada grave y alegre sonó detrás de mí.
Intrigada, me di la vuelta. Era Waylon.
Venía con sus guardaespaldas y una sonrisa burlona.
Alan me miró molesto y me dijo:
—¿Lo llamaste tú?
—No.
—¿Entonces qué hace acá?
—Ni idea.
Apenas terminé de hablar, Waylon ya estaba fren