¿Así que Mateo se enteró de que anoche Waylon me había secuestrado?
Entonces… ¿qué piensa hacer?
Me abracé las rodillas, hecha bolita en la cama, sin decir nada.
Mateo apretaba el puño más y más, como a punto de explotar.
De repente, me agarró fuerte y me gritó:
—¡Te pregunté qué te hizo!
—Nada, no me hizo nada.
Lo de anoche ya pasó. No tenía sentido contarlo y poner en riesgo el trato.
Además, Waylon y yo ya habíamos acordado algo: lo de ayer no se volvía a hablar y todo seguía igual.
La cara de Mateo daba miedo:
—Si no te hizo nada, ¿por qué estabas bañada en licor? ¿Por qué llegaste hecha un desastre? ¿Por qué volviste sin zapatos?
Me apretaba los hombros con tanta fuerza que se le marcaban las venas de la rabia.
Habló entre dientes, molesto:
—¡Lo voy a matar! Si ese tipo te puso una mano encima, ¡lo mato!
Apenas terminó, me soltó y salió disparado a la puerta, echando chispas.
Me dio una desesperación tremenda. Le grité:
—¡Él no me hizo nada! Al final, todo fue culpa tuya. Si no me