Capítulo 372
Mateo me miraba fijo, con una intensidad que daba miedo.

Tragó saliva, y después de un rato, habló en voz baja:

—Si te portas bien, no te voy a gritar.

Dicho esto, me tapó otra vez con la sábana, agarró la toalla y se iba a ir.

Me apuré y lo abracé por detrás.

Apoyé la cara en su espalda y, con la voz ronca, le pedí bajito:

—No quiero un doctor. Con que tú me cuides, me basta... Mateo, ¿puedes cuidarme tú, solo esta vez?

Cuando uno está enfermo, el corazón se pone más blando, y hasta la voz suena más débil, como pidiendo ayuda.

¿Y si se burlaba de mí?

Sabiendo que estaba tan mal, ¿cómo se me ocurre pedirle a un empresario egoísta como él que me cuide? Y más sabiendo que me desprecia.

Pero ya me daba igual. No podía dejar que llamara a un doctor.

Mateo se quedó callado dos segundos, luego me quitó las manos y se volteó para mirarme.

Me preguntó:

—¿Si yo te cuido, me vas a hacer caso?

Asentí rapidito.

Él dijo:

—Entonces quédate en la cama y no te muevas más.

Apenas lo oí, me acurruqué d
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