Capítulo 360
Que me descuente el sueldo si quiere. Mejor aún, que me eche de una vez.

El teléfono sonó dos veces y luego se quedó en silencio.

Me recosté contra el respaldo del sillón, masajeando mis sienes con incomodidad, obligándome a no pensar en lo que acababa de pasar.

Poco después, un sonido repentino —el típico ‘clic’ de que fue desbloqueada— indicó que la puerta había sido abierta con una tarjeta.

No necesitaba abrir los ojos para saber que era Mateo.

En esta habitación, solo había dos tarjetas: una era mía y la otra, suya.

Seguí acurrucada en el sillón, sin moverme.

Escuché pasos pesados y fuertes acercándose.

Unos segundos después, su voz molesta y tensa rompió el silencio del dormitorio:

—¿Por qué no me contestas?

—Estoy aprendiendo de Camila —respondí con un tono sarcástico, sin siquiera abrir los ojos. Ni ganas de verlo tenía.

Pero justo en el siguiente instante, algo jaló mi cuello con fuerza.

De pronto, él me levantó por completo del sillón, sosteniéndome por el cuello del suéter.

A
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