Se vistió rápidamente.
Me miró, con una expresión algo complicada.
—Voy a ver cómo está.
—...Bueno —respondí, seca.
Apretó los labios como si quisiera decir algo más, pero se contuvo.
Al final, murmuró:
—Ella no está bien de salud.
Dicho esto, se dio la vuelta y caminó hacia la puerta.
Apreté con fuerza las sábanas. Un resentimiento incontrolable me subió por el pecho, imposible de reprimir.
Cuando él estaba de espaldas, a punto de salir del cuarto, no pude evitar soltarle una frase llena de sarcasmo:
—¿De verdad no ves que muchas veces lo finge? Esta noche seguro que llamó a propósito y luego no contestó también a propósito. Ella tiene mil trucos, es falsa y manipuladora. Siempre actúa como si estuviera al borde de morirse. ¿Y qué? ¿Ves que se ha muerto? Si algún día realmente se muere, tal vez entonces le tenga un poco de respeto. Una mujer así es simplemente... asquerosa.
—¡Aurora! —Mateo me interrumpió de una vez, en voz baja, pero furioso.
Se giró, con su mirada penetrante clavada