De repente, la mano del dueño tembló bruscamente.
Y así, la sopa se derramó justo sobre Mateo.
El dueño reaccionó, soltó el cuenco rápidamente y sacó unas servilletas para intentar limpiar a Mateo, mientras se disculpaba sin parar:
—Lo siento, lo siento mucho, es que me quemé un poco la mano y se me volcó la sopa sin querer. De verdad, mil disculpas.
—¡Quítate! —Mateo apartó su mano de un manotazo y él mismo sacó servilletas para limpiarse las manchas de sopa de la ropa.
El dueño, muy nervioso, dijo:
—De verdad lo siento. Esta comida va por cuenta de la casa, no se la cobraremos. Lamento mucho el incidente.
—¡Que te quites! —gruñó Mateo sin siquiera levantar la cabeza, mientras emanaba un aura oscura y amenazante.
Le lancé al dueño una mirada para que se marchara de inmediato.
Solo así, él se retiró a regañadientes.
Mateo seguía limpiando con rapidez la sopa derramada sobre su bufanda, como si le preocupara muchísimo.
Incluso se la quitó y la revisó con cuidado, como si esa bufanda fue