—Mateo, de verdad, yo...
—¡Mateo!
Apenas había abierto la boca cuando una voz suave y dulce se escuchó detrás de él
Me quedé quieta. Todo ese temblor que sentía en el corazón desapareció en un segundo.
Por dentro, sentí tristeza mezclada con ganas de reírme.
¿Cómo se me olvidó que Camila existía?
Por un momento me dejé llevar por la voz grave de Mateo y estuve a punto de abrirle mi corazón.
Mateo seguía mirándome intensamente.
Le empujé el pecho suavemente y le dije en voz baja:
—Camila ya llegó.
—¡Aurora!
Insistió y me dijo en voz alta:
—¡Respóndeme lo que te pregunté antes!
—¿Qué quieres que diga? Dime tú.
Lo miré directo a los ojos.
Nos quedamos mirándonos. Sus ojos eran oscuros y penetrantes, pero empezaban a llenarse de algo siniestro.
—¿Cómo que yo te diga?
Bajé la mirada y contesté tranquila:
—No quiero decir nada especial. Solo que voy a dar la respuesta que el señor Bernard quiera escuchar.
—¡Aurora!
Mateo dijo mi nombre con rabia y me apretó el hombro.
Aunque, me dolió, me fo