Por suerte, en ese momento sonó la alarma de sobrecarga del ascensor.
De una vez, dije:
—El último que entró, que salga.
Mateo no se movió, solo me miró. Parecía haberle dado risa lo que dije.
De la nada, la gente adentro empezó a moverse para salir del ascensor.
Hasta Lucy salió junto con todos.
Me quedé sin poder moverme y cuando reaccioné, el ascensor estaba vacío, solo yo seguía parada ahí, como tonta.
Bajé rápido la cabeza para salir corriendo también.
Pero, no esperaba que un brazo largo se cruzara frente a mí y presionara rápido el botón de cerrar las puertas del ascensor.
—Mateo...
Cuando Camila llegó corriendo, las puertas se acababan de cerrar, dejando por fuera su cara de tristeza, como a punto de llorar.
Todo pasó muy rápido. Antes de que pudiera reaccionar, el hombre me agarró del hombro y me empujó contra la pared del ascensor.
Justo cuando el ascensor empezó a subir, me sentí mareada y molesta, y le dije:
—¿Qué haces?
—Nada.
Mateo me miró con indiferencia.
—Solo escuchar