—Me siento un poco mareada, así que ustedes pueden llevar esos platos para que se los coman. No vaya a ser que vomite frente a ustedes y les quite el apetito.
Lucy me miró sorprendida, su carita un poco redonda mostraba una mezcla de admiración y miedo.
Camila se veía muy pálida y triste, y dijo:
—Yo solo te tengo lástima, por eso...
—¿Quién te pidió lástima? Deja de ser tan falsa todo el tiempo, ¿no te da pena?
Justo en ese momento Mateo me gritó con su tono amenazante.
—¡Aurora!
Me reí por dentro.
Ya me queda claro, no puedo decir nada malo de esa cansona, porque cada vez que la nombro, Mateo se enoja.
¿Por qué tengo que ser yo la que se la aguante?
Tenía rabia, así que los ignoré a los dos y jalé a Lucy para salir.
Desde atrás escuché a Camila llorar con tristeza:
—Mateo, solo quiero ayudar, ¿por qué Aurora siempre es así?
No escuché que Mateo contestara, pero sentí su mirada penetrante sobre mi espalda.
Una sensación amarga me llenó el pecho y salí rápido de la cafetería, dando un