Capítulo 267
Ahora, estábamos completamente despiertos y conscientes de lo que pasaba.

Mi cabeza seguía sobre su brazo mientras su otra mano me rodeaba la cintura.

Me quedé quieta, sin atreverme a moverme ni un centímetro.

Mateo abrió los ojos a medias y con voz ronca por el sueño preguntó:

—¿Qué te pasa?

Estaba toda encogida en sus brazos, sin saber dónde poner las manos. Si me movía un poco, mis dedos rozaban su pecho caliente.

—Es que... sonó la alarma —tartamudeé—. Son las siete. Tengo que ir a trabajar.

El maldito despertador seguía pitando como si nada.

Mateo hizo un gesto de fastidio, estiró el brazo y lo apagó de un golpe.

Me apretó contra él y murmuró:

—Duérmete un rato más.

Me resistí:

—No puedo, tengo que ir a trabajar.

—¿A trabajar? La empresa es mía —dijo, medio dormido—. Te doy el día libre.

Se me puso la carne de gallina.

Los de la oficina no son fáciles, especialmente Camila.

Si faltaba en mi primera semana, seguro se burlarían de mí.

Además, con lo incómoda que estaba, no podía dor
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