—Mateo...
De pronto se puso más cariñoso, llenándome de besos calientes.
Me hice bolita para esquivarlo y protesté:
—No hagas eso, en serio tengo que ir a trabajar. No puedo quedarme con esos 2 mil dólares al mes que me das sin hacer nada, ¿no?
—Pórtate bien y te subo a 10 mil al mes —susurró contra mi piel.
Se me aceleró el corazón. ¡10 mil dólares!
—¿Es en... serio? —pregunté, sintiendo cómo la tentación me ganaba.
—¿Cuándo te he mentido? —respondió con esa voz grave que me pone nerviosa, mirándome con esos ojos oscuros que parecen exigirme algo.
Se notaba que le costaba trabajo contenerse.
Mi corazón latía fuerte. Aunque dudaba, ya me sentía atrapada.
Cuando volvió a besarme, sentí que aceptar su dinero así lastimaba mi orgullo... pero ¿qué otra opción tenía?
Si no aceptaba el aumento, seguiría siendo solo una más en su lista.
¡10 mil dólares al mes!
En tres meses serían 30 mil. Con eso podría irme a algún pueblo lejano, tener a mi bebé y vivir tranquila un tiempo.
Mientras hacía cá