Antes de esa llamada, Mateo ya me había marcado muchísimas veces. Nada más de imaginarme lo angustiado que estaba, sentía que el corazón se me partía una y otra vez. ¿Qué iba a hacer? ¿Cómo le iba a contar lo del bebé? ¿O tenía que abortar a escondidas y hacer de cuenta que nunca pasó nada? No, Javier no me iba a dejar en paz tan fácil. ¿Será que de verdad era capaz de mandarle a Mateo el video de esa noche?
Ni el niño ni ese video podían llegar a manos de Mateo. Ni me imaginaba cómo se pondría si se enteraba de esas dos cosas; se iba a poner furioso, casi hasta volverse loco. Si eso pasaba, de verdad ya no iba a tener cara para volver a verlo. ¿Qué iba a hacer? Todo esto era muy difícil; de repente me di cuenta de que estar bien con Mateo era algo casi imposible.
El celular seguía sonando y sonando, se notaba lo desesperado y terco que estaba. Yo le había prometido que no lo iba a dejar otra vez y, pasara lo que pasara, no podía nada más irme de su vida sin decirle nada. Si hacía eso,