Camila acabó con toda mi familia y Javier volvió a arruinar mi felicidad; hizo pedazos mi futuro con Mateo. Lo odiaba, de verdad lo odiaba con toda el alma. De repente, Javier se paró. Me miró y en sus ojos ya no se notaba que estuviera alterado; se veía peligrosamente tranquilo.
—Descansa y recupérate primero —me dijo él con un tono que no transmitía nada, y después de una pausa añadió con la misma indiferencia—: Eso sí, si te atreves a lastimar a mi hijo, entonces yo voy a ir a lastimar al hijo de Mateo.
Cuando lo escuché, respiré profundo y lo miré con una decepción total; ya ni fuerzas tenía para gritarle. Lo miré con tristeza y le dije, sin ninguna expresión:
—Eres un demonio. Igual que tu hermana, no mereces que te digan humano.
Javier apretó los puños, sin decir nada. En sus ojos rojos se notó por un segundo que estaba luchando con sus sentimientos, pero después de un rato largo, habló con calma:
—Yo solo quiero proteger a este niño. Todo esto es tu culpa.
Miré hacia abajo y me