Embi asintió:
—Sí, y además siempre parecía a punto de llorar. Se veía muy pobrecito.
Yo les acaricié la cabeza y dije:
—No tienen que hacerle caso. Vamos, los voy a llevar a ver a su papá.
Embi se sorprendió:
—¿El papá regresó?
Yo asentí, con una sonrisa:
—Regresó. Vamos a llevarle la cena; seguro que se pondrá muy contento.
—¡Sí, qué bueno! ¡El papá y la mamá volvieron, estoy tan feliz! —Embi dio un saltito de alegría.
Luki también estaba feliz, aunque más reservado; solo sonrió un poco. Cuando Luki sonreía, tenía la misma aura serena y elegante que Mateo.
Los dos niños ya habían cenado en el jardín infantil. Así que, cuando regresé a la casa de la familia Cardot, sólo tomé las cajas de comida preparada y luego las llevé directamente al hospital.
Alan había querido acompañarnos, pero al llegar al edificio de hospitalización se detuvo. Al final, me dijo con una sonrisa:
—Vayan ustedes. No quiero arruinar la reunión familiar. Yo me voy a acompañar a mi Valerie —lo dijo con una expresió