Me detuve y me acerqué despacio para escuchar mejor.
Alan decía:
—Te lo advierto, no le digas a Mateo que Aurora no quiso venir a verlo.
Indira, indignada y confundida, respondió:
—¿Por qué no? Ella nunca sintió nada por Mateo; nunca le importó. ¿Por qué ocultárselo? Ustedes creen que lo protegen, pero lo único que hacen es hundirlo más en el dolor.
—Ay, niña, ¿qué vas a entender tú? —le respondió Alan, impaciente.
—¡Ya soy adulta, me gradué de la universidad! ¿Qué “niña”? Además, lo que digo es cierto. Sería mejor que supiera la verdad. Que sufra un rato y ya. Pero si le siguen mintiendo, él seguirá aferrado a esa mujer. Y tienes que admitirlo: esa mujer pudo irse con ese Javier, incluso cuando Mateo estaba entre la vida y la muerte. ¡Está claro que no lo quiere! Aquella noche, mientras él agonizaba, seguramente ella estaba en la cama con Javier…
—¡Cállate! —la interrumpió Alan, furioso.
—Puedes inventar cualquier otra cosa, pero no esa. Aurora jamás haría algo así. Aunque le gustara