El corazón me dio un vuelco y, por instinto, me hice a un lado.
Sentí mucha angustia y tristeza en el pecho. No era que yo no quisiera que él me viera, era que, después de verme, ¿qué pasaba?
Estaba destinada a no poder volver al pasado con él ni a amarlo de nuevo con total inocencia, así que era mejor no darle esperanzas desde el principio.
Despacio, me di la vuelta y volví a mirar hacia la habitación. Vi a Mateo, que trataba de sentarse haciendo un esfuerzo por alcanzar el celular de la mesa de noche. Cuando vi la gasa de su pecho manchada de sangre, sentí un dolor agudo en el corazón; varias veces quise correr hasta donde estaba él.
Por suerte, al final alcanzó el teléfono y, en cuanto lo tuvo en la mano, lo primero que hizo fue llamarme. La mirada se me fue hacia el nombre que parpadeaba en la pantalla; me tapé la boca y las lágrimas empezaron a caer sin parar.
“Mateo, perdón; de verdad no sabía cómo darte la cara. Perdón...”
Llamó dos veces seguidas y no respondí ninguna; al f