Camila parecía tan acostumbrada a que Carlos siempre se pusiera de su lado, que cuando vio que él no le creía esta vez, se quebró por completo. Lo agarró del brazo y, señalándome, gritó con furia:
—¡Fue ella! ¡Ella me drogó! ¡Ella trajo a esos hombres para arruinarme! ¡Ve a matarla, Carlos, ve a matarla ahora mismo!
—¡Basta! —Carlos se apartó con dolor, llevándose las manos a la cabeza—. ¡No quiero escucharlo! ¡No quiero escuchar nada más! ¿Por qué…? ¿Por qué terminó todo así?
Camila cayó al suelo cuando él la soltó. No sabía si fingía o no, pero quedó tirada, agarrándose el vientre como si el dolor fuera insoportable.
—¡Ah! Sangre, está sangrando —exclamó alguien—. ¿No será que estaba embarazada? Y después de estar así con esos hombres… ¿habrá perdido al bebé?
Me extrañé. En efecto, había sangre bajo ella. El vestido blanco hacía que la mancha se viera aún más impactante. Pero no cuadraba. Camila se había declarado estéril tras esas dos puñaladas de hacía años… ¿O acaso esa herida int