—Quién diría que Carlos fuera tan fiel —comentaron algunos.
—Sí, si mi prometida me traicionara así, en plena boda y con otros hombres, yo la mataría.
—Exacto, la belleza de Camila volvió pendejo a Carlos; no tiene ni un gramo de carácter. Qué vergüenza para los hombres.
—Y además, ¿no le da miedo contagiarse algo? A esa mujer ya no se le puede ni tocar.
Carlos pareció no escuchar esas burlas hirientes. Fue mi padre el que no lo soportó y agitó los brazos, pidiendo silencio.
—Carlos…
Cuando escuchó que él se acercaba, los ojos de Camila brillaron con esperanza. Extendió los brazos hacia él, como si esperara un abrazo.
Carlos se detuvo frente a ella y se agachó despacio. No la abrazó. Solo se cubrió la cara con las dos manos y se echó a llorar.
—¿Por qué…? ¿Por qué terminó así…?
—Fue ella, fue Aurora… —Camila se aferró con fuerza a su mano, llorando con desesperación—. Fue Aurora la que me hizo esto. Ella me drogó, ella me entregó a esos indigentes. Carlos, ella me destruyó, te destruyó