Asentí, aunque todavía tenía cierta inquietud.
—Miles, los de Camila eran casi todos subordinados de Jeison. Si ustedes ya se deshicieron de ellos, tengo miedo de que, cuando Jeison lo descubra, tome alguna medida.
Él respondió con calma:
—Tranquila. Nuestros hombres trabajaron de manera muy ordenada y en silencio. Jeison aún no sabe nada. Cuando lo descubra, ya va a ser demasiado tarde.
En ese instante, el teléfono de Camila empezó a sonar y Miles me lo entregó. Vi la pantalla: era Carlos. Si Carlos notaba algo raro, con lo mucho que él se preocupaba por Camila, vendría a buscarla de inmediato y no podía permitir que él viniera a rescatarla. Cuando dudaba sobre si contestar o no, el teléfono dejó de sonar. Para evitar que apareciera de improviso, le pedí a Miles que mandara a limpiar rápido la escena.
Pero el teléfono volvió a sonar; esta vez era Javier. Seguro Carlos le había dicho que Camila no contestaba, y él, con miedo de que le hubiera pasado algo, llamó enseguida. Esta vez no p