Javier me cuidó durante todo el día. Al principio quería encontrar la oportunidad de ir a ver a Bruno, pero Javier había puesto a un guardaespaldas vigilando la puerta del patio, así que no tuve ni una sola oportunidad de salir. Además, mi teléfono estuvo todo el día conectado al localizador de Carlos, pero no escuché nada útil; después de todo, si Camila quería hacerme daño, no lo haría delante de Carlos y mucho menos hablaría con él sobre eso.
Lo ideal sería ponerle el localizador a Camila. Traté de buscar una excusa para irme a quedar con Carlos, pero Javier no estuvo de acuerdo. Al pensar en todo esto, me sentí frustrada e inquieta. En ese momento alguien tocó a la puerta; no respondí, pero Javier abrió y entró. Con su típica sonrisa amable, me dijo:
—Aurora, ya es hora de bajar a cenar.
—Come tú, yo no tengo hambre —respondí con indiferencia, más que nada porque no quería quedarme a solas con él.
Javier me observó en silencio un rato y luego suspiró.
—¿No ibas a ir a ver a tu herm