Quedé pensativa. Las cosas ya se habían complicado tanto, ¿por qué seguía insistiendo en hacer esta boda? ¿Sería porque tenía algún otro propósito o simplemente porque, igual que Carlos, se aferraba a la idea de casarse? Si era lo segundo, podía entenderlo, pero si era lo primero, ¿acaso podría arruinar mis planes?
Lo pensé mucho y, al final, decidí que lo mejor era cancelar la boda con él. De todas formas, aunque la nuestra se cancelara, la de Camila y Carlos seguiría adelante. Con eso en mente, le dije:
—Javier, no te engañes, no te amo, así que mejor no sigamos con esto...
—No te apresures; dame una oportunidad —dijo Javier mientras extendía un dedo y lo apoyaba sobre mis labios.
Me molesté y me aparté rápido. Él no se enojó, solo sonrió y añadió:
—No sabes cuánto he esperado esta boda. Así que, no importa qué tenga que hacer, se va a celebrar como estaba planeado.
Me asusté.
—¿Cómo así? ¿Qué piensas hacer?
Javier se levantó, me quitó el teléfono y luego me miró con una sonrisa suti