Alan pareció sorprendido y abrió la boca, quizá queriendo agregar algo.
Pero al final no dijo nada.
Yo bajé la mirada. En mi corazón solo había amargura y resignación.
Respiré hondo.
—Cuídate —dije en voz baja.
Y sin esperar respuesta, caminé hacia la salida.
Mientras no estuviéramos bien, permanecer allí un segundo más solo era tortura para ambos.
—¡No vuelvas a aparecer frente a mí! ¡De verdad… no quiero volver a verte!
La voz llena de dolor de Mateo fue como una puñalada en mi espalda.
Sentí que esas palabras me atravesaban.
Hui casi tambaleando.
Corrí sin rumbo, corrí hasta que no pude más.
Cuando me detuve, ya tenía la cara empapada en lágrimas.
Me apoyé en las rodillas, casi sin poder respirar.
El aire de la noche quemaba mis pulmones; mi garganta ardía.
Empecé a toser, mientras perdía las fuerzas.
Al final, me dejé caer en el suelo y lloré, sin poder detenerme.
No supe cuánto tiempo pasó.
Mi teléfono sonó de repente.
Era Carlos.
No quería contestar.
La primera llamada no la aten