“¿Dónde estás? ¡Llámame!"
Ya eran casi las tres de la mañana.
El mensaje acababa de llegar.
Eso significaba que Mateo todavía no dormía.
Me quedé mirando ese mensaje, sintiendo los ojos arder.
Entre cada palabra se sentía su carácter dominante… y su preocupación.
Pero ¿no se suponía que quería otra relación?
¿No se suponía que quería olvidarme?
Entonces, ¿por qué no podía dejar de preocuparse por mí?
Por fin, él y yo éramos iguales: ninguno había podido dejar ir al otro.
Recordar los momentos dulces que compartimos me hizo doler el pecho otra vez.
Por suerte, la boda ya estaba cerca, y todo pronto terminaría.
Para no inquietarlo, le respondí:
"Estoy bien. No te preocupes."
Apenas envié el mensaje, mi teléfono sonó.
Era él, llamando directamente.
Me quedé quieta unos segundos y luego contesté.
Del otro lado, Mateo guardó silencio un buen rato antes de hablar.
Su voz era tan seria que no podía adivinar qué pasaba por su mente.
—¿Te desperté?
—…No —respondí.
—¿Estás… con Javier?
—No.
Sile