Cuando Bruno acabó de sacar el teléfono, yo dije algo, muy enojada.
Bruno se detuvo en seco; apretó el teléfono con fuerza y en sus ojos apareció una mezcla de sospecha y miedo. Aunque en la boca seguía insistiendo en que Camila no sería tan cruel, en el fondo no tenía certeza alguna. Se asustó y retrocedió. Era igualito a mi hermano inútil.
Lo miré con sarcasmo:
—Si no lo crees, entonces llámala y pregúntale tú mismo; te va a convencer con dulces palabras y después va a buscar otra ocasión mejor para deshacerse de ti. Sus métodos para engatusarte son exactamente los mismos que usó con mi hermano.
—¡Cállate! Camila no es así —dijo Bruno, pero la mano que apretaba el teléfono no dejaba de temblar.
Cuando vi su vacilación, saqué mi teléfono y le puse la grabación que tenía. Bruno clavó la vista en la pantalla; como si hubiera intuido algo, dio un paso atrás, pálido de terror. Le lancé una mirada burlona y pulsé reproducir. De inmediato sonó la voz de Camila:
—Cada vez que estoy con él, m