—Me estaba ahogando con el humo —fue lo único que dijo Mateo mientras volvía a sentarse en el sofá.
Alan casi explotó:
—He estado fumando aquí todo este rato y no dijiste nada. Ella tose dos veces y apagas mi cigarro al instante. ¿Y ahora dices que eras tú el que se ahogaba? ¿A quién crees que engañas?
—Hoy has hablado demasiado. Toma algo —respondió Mateo sin inmutarse mientras levantaba su taza.
Alan agitó la mano frente a su cara, indignado. Luego me echó una mirada y dijo con sarcasmo:
—Tu exmarido sigue pensando en ti así. ¿No te sientes muy feliz? ¿Muy orgullosa?
Me quedé mirando a Mateo; por dentro me ablandé… pero también sentí algo punzante.
Él, en cambio, mantenía esa expresión serena e indiferente, sin mirarme ni una sola vez.
Pero cuanto más se contenía, más me dolía el pecho.
Quería… quería tanto lanzarme a sus brazos, abrazarlo, borrar la angustia de su mirada, decirle la verdad, decirle todo.
Pero todavía no era el momento.
No hasta eliminar la amenaza de Waylon. No hast