Javier también se molestó. Probablemente todos ellos siempre habían creído que Carlos era el más fácil de engañar, tanto que nunca imaginaron que esta vez él no estaría dispuesto a creer ninguna de sus excusas.
Pero Camila todavía no se rendía. Siguió fingiendo lástima frente a Carlos, con lágrimas temblorosas:
—Carlos, ¿qué estás diciendo? Yo de verdad…
Sin embargo, Carlos levantó la mano de repente para indicarle que se callara.
—Preferiría… preferiría que me dijeras la verdad. De verdad. No importa cuál sea tu razón, si fueras honesta conmigo, yo me sentiría mejor. Pero ¿por qué tienes que engañarme así? ¿De verdad piensas que soy tan fácil de engañar? ¿Siempre me vas a tomar por bruto?
Llena de frustración, Camila se mordió el labio.
De repente, su mirada tensa se desvió hacia mí, con sospecha.
Claro.
Para ella, Carlos siempre había sido un completo ingenuo. Casi siempre, lo que ella decía, él lo creía. Esta era probablemente la primera vez que él dudaba de ella, la primera vez q