Ya les había entregado las tres cruces, y como nadie sospechó, no dije nada más.
Solo mencioné que estaba muy cansada y subí directamente a descansar.
Javier me miró, parecía querer decir algo, pero se detuvo cuando llegué a la esquina de las escaleras.
Cuando doblé en la esquina, lo vi parado ahí, con la mirada fija, lleno de tristeza y culpa.
En realidad no había dicho nada incorrecto.
En su subconsciente siempre había preferido a Camila.
Estaba dispuesto a protegerla y a creerle.
Si yo estuviera en el lugar de Camila, él probablemente no me apoyaría de la misma forma.
Por eso Javier en realidad no me amaba tanto.
Solo quería estar conmigo, quería separarme de Mateo por esa obsesión juvenil que no había superado.
Pero está bien.
Así, cuando mi mentira saliera a la luz, él no iba a sufrir demasiado.
Cuando llegué a la habitación me quité el abrigo y me tiré en la cama, algo cansada.
La bufanda que Mateo me había dado seguía calentando mi cuello.
Enterré la cara en la bufanda, pero ya