Capítulo 1212
Me sentí tremendamente inquieta.

Me senté de golpe y encendí la luz del cuarto.

El lado de la cama de Mateo ya no tenía su calor.

Eso solo quería decir una cosa: se había ido hacía rato.

Me preocupé y me acerqué a la ventana.

En el jardín, bajo la luz tenue de los faroles, unos guardias patrullaban en silencio.

El auto que Mateo dejó esa tarde en el ala este del patio... ya no estaba.

¿Se fue?

¿A dónde podía ir a estas horas?

Cuando recordé lo extraño que estuvo en el día y sus palabras enigmáticas, la ansiedad me dio dolor en el pecho.

Con las manos temblorosas, tomé el teléfono y lo llamé.

Por suerte, esta vez no ignoró la llamada.

Se demoró, pero al final contestó.

—Aurora, ¿qué pasa?

Su voz grave y serena fue como una caricia.

Se me calmó un poco el corazón.

—Desperté y no te vi. ¿Saliste? —pregunté.

Por la bocina se oyó su risa, y junto a ella... el viento.

Un viento fuerte, como si estuviera en un lugar abierto.

—Parece que solo puedes dormir tranquila si te abrazo —bromeó.

—Si a
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