¿Qué estaba pasando?
¿Quién llegó?
¿Mateo... o gente de Camila?
No sabía si era más seguro salir ahora o quedarme escondida en el salón.
Sorprendida, miré a Waylon.
Él también escuchó los ruidos de pelea afuera, y de inmediato caminó hacia la puerta.
—¿Qué pasa? —le pregunté.
Waylon se rio un poco:
—Esa misma pregunta iba a hacértela yo. Esos tipos que entraron a la fuerza, ¿no vienen a rescatarte?
No podía ser Mateo.
Habíamos acordado una señal: si lanzaba una taza por la ventana, eso quería decir que necesitaba ayuda.
Pero yo no hice la señal.
Además, llevaba muy poco tiempo ahí y Mateo no era de los que actúan sin pensar.
Si no era él ni gente de Waylon, entonces solo podía ser...
Volteé a mirar a Camila.
Waylon también la observó fijamente.
Ella estaba sentada frente a la mesa, tranquila y casi satisfecha, sin rastro de nervios.
Sonriendo, Waylon le dijo con desprecio:
—Vaya, parece que te subestimé, diablita. Pero dime, ¿de verdad crees que porque trajiste a unos cuantos hombres,