—En fin —dije en voz baja—, algunos rumores no se pueden tomar en serio. Aun así, debemos tener más cuidado con Waylon.
Mateo respondió:
—No son solo rumores. En Valkitlaz, él sabía perfectamente de la existencia de Embi y Luki. Con el poder que tenía allá, podría haberlos secuestrado fácilmente, pero no lo hizo. Por eso pensé que no representaban un peligro para él. Fui yo el que bajó la guardia.
Me acerqué y tomé su mano con firmeza.
—Debe de ser porque no he respondido a sus llamadas. Quiso forzarme a buscarlo y, como no lo conseguía, dirigió su atención hacia los niños.
Mateo apretó mi mano con tanta fuerza que casi dolía.
—No importa lo que pase, ni qué condiciones me proponga, ni cómo intente atacarme. No puedes ir a verlo. Si usa a Alan para amenazarme, puedo mantener la calma y responderle porque él sigue en el centro de detención y tengo a mis hombres vigilando. Dentro ya está todo controlado, así que no puede tocarlo. Lo único que hace es usar la posibilidad de su condena com