Carlos, visiblemente molesto, se quedó tenso.
Pero Camila ni se inmutó.
Seguía sonriendo con una amabilidad tan exagerada que daba mala espina.
Como dice el dicho: "Si alguien actúa extraño, no es buena señal".
Y conociendo a Camila, estaba segura de que tramaba algo.
La miré con atención, con esa alerta que siempre me provocaba.
No me asustaba ella, sino sus métodos: retorcidos, silenciosos, imposibles de prever.
Cuando caías en una de sus trampas, el daño era inevitable.
Por eso, cada vez que la tenía cerca, tenía un muy mal presentimiento.
Mateo me dijo que ya tenía a alguien investigando lo que pasó, pero hasta ahora no sabía cómo iba la cosa.
Lo único claro era que, mientras Camila siguiera libre, yo no iba a sentirme tranquila.
—Je, je, Aurora, ¿qué pasa? ¿Por qué me miras así? —preguntó de repente Camila con esa sonrisa tan amable como falsa.
Aunque fingiera dulzura, la maldad seguía brillando en sus ojos.
Carlos me miró también.
No sé si era mi imaginación, pero su mirada se ve