Cuando vi esa prenda tan indecente, me quedé impactada.
¡Ah...!
Había bajado la guardia.
Resultó que Mateo solo estaba esperando el momento justo para descubrir qué escondía bajo las sábanas.
Todo su "coqueteo" no había sido más que una estrategia para distraerme.
Y yo, tonta, pensando que sus palabras eran sinceras, poniéndome roja por nada...
Mientras tanto, él solo quería averiguar qué estaba ocultando.
Mientras me lamentaba por mi ingenuidad, Mateo levantó esas tiras negras y me las mostró.
—¿Qué es esto? —preguntó.
¡Dios, qué vergüenza!
¿Cómo se suponía que debía contestarle?
Mateo agitó las tiras entre sus dedos, con curiosidad.
—Vamos, dime. ¿Qué es? ¿Tan difícil te resulta decirlo?
Me mordí los labios.
Por un segundo pensé que ya sabía perfectamente lo que era.
Pero cuando vi su mirada confundida y, al parecer, inocente, dudé.
Sí, era imposible que un hombre como él supiera qué era eso.
—Son... cintas, para amarrar cosas —dije con la mayor calma que pude fingir.
Intenté arrebat